Самый счастливый человек на свете!
читать дальшеFernando Díaz-Plaja
EL CARÁCTER DE LOS ESPAÑOLES
(Fragmento de "El español y los siete pecados capitales")
Vocabulario
intercalado adj c добавлениями, dictamen m мнение, суждение
co вставками deletrear расшифровывать по буквам
precedencia f превосходство,
первенствo, старшинство adepto m СТРОННИК
brotar зд. появляться
Cuando en Francia, Inglaterra, Italia no se comprende bien lo que otro ha dicho se dice: "¿Perdón?" Es decir, me excuso por no haberle oído bien. El español cree siem¬pre que de esa incomprensión tiene la culpa el otro y dice: "¿Qué?", Es decir, exprésese mejor, hombre, si quie¬re que se le entienda.
Normalmente creemos mucho más interesante lo que decimos nosotros que lo que afirman los demás y la frase "el diálogo es un monólogo intercalado" ha nacido pro¬bablemente en España. Cuando dos individuos empiezan aquí una conversación no intentan intercambiar ideas, sino afirmar las propias todo el tiempo que le permita el otro. Si alguien comete el error de interrumpirse para respirar — el buen orador alienta sin detenerse — el interlocutor aprovecha la ocasión para arrancar con su párrafo. En otros países cuando intentan hablar dos al mismo tiempo, dicen: "perdón" y esperan; en España dicen "perdón" también, pero es sólo para seguir ambos simultáneamente. Nadie se convence por las razones del contrario, pero en cambio, reafirma las suyas con el calo de su improvisación. Y el derecho a la discusión está libremente acordado a todos los españoles sin precedencia o jerarquía. Quiere decirse que un técnico en cualquier materia no tiene más posibilidades de exponer su opinión sobre ella que el ignoro. He oído a ve "Yo no entiendo nada de política internacional, pero me parece que..." y por espacio de media hora brotan razonamientos sobre la materia que han asegurado descono¬cer.
No es raro oír en España a un señor vociferando "¡Te lo digo yo!", ante la duda de alguien, frase con parece querer anular todas las posibilidades de error. No se trata casi nunca de un dictamen profesional (un in¬geniero ante un puente, un médico explicando una opera¬ción a los profanos), sino de un juicio sobre tema; generales de los cuales ambos interlocutores pueden sa¬ber lo mismo o nada: "¡Te lo digo yo!"
Cuando el español discute, no admite pruebas supe¬riores a su razonamiento. Recuerdo una larga polémica sobre cómo se deletreaba una palabra. Por fin, el que tenía razón, lanzó el proyectil que guardaba para mayor efecto.
— No discutas más. Lo dice el diccionario de la Aca¬demia.
El otro no pestañeó.
— Pues está equivocado el diccionario de la Academia.
Además de hablar mucho, el español habla muy alto. Llega un momento que emplea el mismo tono de voz que el usado en otros países para disputar. Hace unos años se reunieron en La Haya, y en una tertulia, unos estu¬diantes españoles; dedicados a su normal intercambio de ideas, no se dieron cuenta de que la gente había desa¬parecido silenciosamente y que estaban solos en el amplio café. Poco después, unos jeeps rodearon el edificio y unos guardias se dirigieron hacia ellos.
— ¿Qué ocurre aquí?— fue la áspera pregunta. Hubo estupefacción, explicaciones, excusas de las fuerzas del orden. Resulta que los demás asistentes al café habían presenciado, primero con curiosidad y luego con creciente miedo, el alto tenor de la voz española, sus gestos arrebatados, el fruncir de ceño para subrayar una cuestión difícil. La policía fue informada de que "un grupo de españoles estaban a punto de sacar las navajas en un café del centro".
...Por la misma razón, al español no le gusta escuchar. Va poco a conferencias y no tolera que las funciones tea¬trales sean demasiado largas. Por eso son tan populares los entreactos en España, cuando cada uno puede opinar del autor, de la obra y de los actores. No es casualidad que los espectáculos favoritos del país sean los toros y el fútbol, en los que se puede ver y comentar al mismo tiempo, es decir, intervenir en la representación. Por la misma razón, el español prefiere los juegos “de salón” en que puede hablar y aun gritar a cada jugada como dominó, tute, mus. El silencioso ajedrez tiene, lógicamente, pocos adeptos.
Fernando Díaz-Plaja
LA EXAGERACIÓN DE LOS ESPAÑOLES
(Fragmento de "El español y los siete pecados capitales")
Vocabulario
exageración преувеличение sensato adj paccyдительный, благоразумный
gastar en salvas злоупотреблять cuerdo adj умный
desvariar бредить
toro de lidia бык, участвующий в корриде
El español utiliza tan a menudo los adjetivos que acaba gastándolos en salvas y haciéndoles perder su auténtica significación. La palabra "amigo", por ejemplo, es tan usada que cuando se quiere uno referir a un amigo de verdad, tiene que usar "amiguísimo" o "íntimo amigo mío". Los nombres corrientes, llega un momento en que no representan nada y para precisar hay que repetirlos. Por eso hoy en España se habla" del "café-café", que significa sencillamente café bueno en contra del café pro¬nunciado una sola vez, que es malo. Igual se habla del "toro-toro" cuando ese animal alcanza las características de bravura que sería lógico tuvieran todos los toros de lidia.
En otros casos la exageración con que el español habla, hace que la auténtica interpretación se descubra sólo al repetir la palabra. Por ejemplo: "Fulano está lo¬co"..., sólo significa que hace cosas con las que no está de acuerdo el que habla. Teniendo en cuenta que el que habla siempre es sensato, inteligente y cuerdo, lo del otro es desvariar. Ahora bien, si se quiere advertir que Fulano es realmente un caso psicopático habrá que insistir: "Fulano está loco, pero no loco ... sino ¡loco — loco!
El sentido de la exageración aumenta de norte a sur, con los andaluces como maestros indiscutibles. "Si no vamos a poder exagerar un poquillo", dijo un sevillano cuando alguien le hizo notar la imposibilidad de meter las cinco mil personas por él mencionadas en un teatro en que cabían mil. El buen andaluz se negaba a dejarse esclavizar por la aritmética o por la geometría.
La tradición es antigua. En el siglo IX un famoso juez de Córdoba, interrogó a un testigo: ¿Desde cuándo conoces tú ese asunto?" El testigo contestó: "¡Oh, mucho!, desde hace cien años". "¿Cuántos años tienes?" "Sesenta". "Y ¿conoces ese asunto desde hace cien años?, te figuras que lo conociste cuarenta años antes de nacer?" "Eso — contestó el testigo — lo he dicho como compa¬ranza, es un decir." "En las declaraciones de testigos — contestó el juez — no deben emplearse figuras retóricas." Y mandó azotar al testigo.
El juez era un andaluz excepcional. Hoy en Sevilla. Córdoba y Málaga se puede hablar así sin consecuencias tan graves porque, a la misma velocidad con que se aumenta, el que escucha, automáticamente, resta... Si un magistrado oye en un juicio que alguien asegura
conocer el asunto "desde hace cien años" interpreta sin esfuerzo: "Hace bastante…
EL CARÁCTER DE LOS ESPAÑOLES
(Fragmento de "El español y los siete pecados capitales")
Vocabulario
intercalado adj c добавлениями, dictamen m мнение, суждение
co вставками deletrear расшифровывать по буквам
precedencia f превосходство,
первенствo, старшинство adepto m СТРОННИК
brotar зд. появляться
Cuando en Francia, Inglaterra, Italia no se comprende bien lo que otro ha dicho se dice: "¿Perdón?" Es decir, me excuso por no haberle oído bien. El español cree siem¬pre que de esa incomprensión tiene la culpa el otro y dice: "¿Qué?", Es decir, exprésese mejor, hombre, si quie¬re que se le entienda.
Normalmente creemos mucho más interesante lo que decimos nosotros que lo que afirman los demás y la frase "el diálogo es un monólogo intercalado" ha nacido pro¬bablemente en España. Cuando dos individuos empiezan aquí una conversación no intentan intercambiar ideas, sino afirmar las propias todo el tiempo que le permita el otro. Si alguien comete el error de interrumpirse para respirar — el buen orador alienta sin detenerse — el interlocutor aprovecha la ocasión para arrancar con su párrafo. En otros países cuando intentan hablar dos al mismo tiempo, dicen: "perdón" y esperan; en España dicen "perdón" también, pero es sólo para seguir ambos simultáneamente. Nadie se convence por las razones del contrario, pero en cambio, reafirma las suyas con el calo de su improvisación. Y el derecho a la discusión está libremente acordado a todos los españoles sin precedencia o jerarquía. Quiere decirse que un técnico en cualquier materia no tiene más posibilidades de exponer su opinión sobre ella que el ignoro. He oído a ve "Yo no entiendo nada de política internacional, pero me parece que..." y por espacio de media hora brotan razonamientos sobre la materia que han asegurado descono¬cer.
No es raro oír en España a un señor vociferando "¡Te lo digo yo!", ante la duda de alguien, frase con parece querer anular todas las posibilidades de error. No se trata casi nunca de un dictamen profesional (un in¬geniero ante un puente, un médico explicando una opera¬ción a los profanos), sino de un juicio sobre tema; generales de los cuales ambos interlocutores pueden sa¬ber lo mismo o nada: "¡Te lo digo yo!"
Cuando el español discute, no admite pruebas supe¬riores a su razonamiento. Recuerdo una larga polémica sobre cómo se deletreaba una palabra. Por fin, el que tenía razón, lanzó el proyectil que guardaba para mayor efecto.
— No discutas más. Lo dice el diccionario de la Aca¬demia.
El otro no pestañeó.
— Pues está equivocado el diccionario de la Academia.
Además de hablar mucho, el español habla muy alto. Llega un momento que emplea el mismo tono de voz que el usado en otros países para disputar. Hace unos años se reunieron en La Haya, y en una tertulia, unos estu¬diantes españoles; dedicados a su normal intercambio de ideas, no se dieron cuenta de que la gente había desa¬parecido silenciosamente y que estaban solos en el amplio café. Poco después, unos jeeps rodearon el edificio y unos guardias se dirigieron hacia ellos.
— ¿Qué ocurre aquí?— fue la áspera pregunta. Hubo estupefacción, explicaciones, excusas de las fuerzas del orden. Resulta que los demás asistentes al café habían presenciado, primero con curiosidad y luego con creciente miedo, el alto tenor de la voz española, sus gestos arrebatados, el fruncir de ceño para subrayar una cuestión difícil. La policía fue informada de que "un grupo de españoles estaban a punto de sacar las navajas en un café del centro".
...Por la misma razón, al español no le gusta escuchar. Va poco a conferencias y no tolera que las funciones tea¬trales sean demasiado largas. Por eso son tan populares los entreactos en España, cuando cada uno puede opinar del autor, de la obra y de los actores. No es casualidad que los espectáculos favoritos del país sean los toros y el fútbol, en los que se puede ver y comentar al mismo tiempo, es decir, intervenir en la representación. Por la misma razón, el español prefiere los juegos “de salón” en que puede hablar y aun gritar a cada jugada como dominó, tute, mus. El silencioso ajedrez tiene, lógicamente, pocos adeptos.
Fernando Díaz-Plaja
LA EXAGERACIÓN DE LOS ESPAÑOLES
(Fragmento de "El español y los siete pecados capitales")
Vocabulario
exageración преувеличение sensato adj paccyдительный, благоразумный
gastar en salvas злоупотреблять cuerdo adj умный
desvariar бредить
toro de lidia бык, участвующий в корриде
El español utiliza tan a menudo los adjetivos que acaba gastándolos en salvas y haciéndoles perder su auténtica significación. La palabra "amigo", por ejemplo, es tan usada que cuando se quiere uno referir a un amigo de verdad, tiene que usar "amiguísimo" o "íntimo amigo mío". Los nombres corrientes, llega un momento en que no representan nada y para precisar hay que repetirlos. Por eso hoy en España se habla" del "café-café", que significa sencillamente café bueno en contra del café pro¬nunciado una sola vez, que es malo. Igual se habla del "toro-toro" cuando ese animal alcanza las características de bravura que sería lógico tuvieran todos los toros de lidia.
En otros casos la exageración con que el español habla, hace que la auténtica interpretación se descubra sólo al repetir la palabra. Por ejemplo: "Fulano está lo¬co"..., sólo significa que hace cosas con las que no está de acuerdo el que habla. Teniendo en cuenta que el que habla siempre es sensato, inteligente y cuerdo, lo del otro es desvariar. Ahora bien, si se quiere advertir que Fulano es realmente un caso psicopático habrá que insistir: "Fulano está loco, pero no loco ... sino ¡loco — loco!
El sentido de la exageración aumenta de norte a sur, con los andaluces como maestros indiscutibles. "Si no vamos a poder exagerar un poquillo", dijo un sevillano cuando alguien le hizo notar la imposibilidad de meter las cinco mil personas por él mencionadas en un teatro en que cabían mil. El buen andaluz se negaba a dejarse esclavizar por la aritmética o por la geometría.
La tradición es antigua. En el siglo IX un famoso juez de Córdoba, interrogó a un testigo: ¿Desde cuándo conoces tú ese asunto?" El testigo contestó: "¡Oh, mucho!, desde hace cien años". "¿Cuántos años tienes?" "Sesenta". "Y ¿conoces ese asunto desde hace cien años?, te figuras que lo conociste cuarenta años antes de nacer?" "Eso — contestó el testigo — lo he dicho como compa¬ranza, es un decir." "En las declaraciones de testigos — contestó el juez — no deben emplearse figuras retóricas." Y mandó azotar al testigo.
El juez era un andaluz excepcional. Hoy en Sevilla. Córdoba y Málaga se puede hablar así sin consecuencias tan graves porque, a la misma velocidad con que se aumenta, el que escucha, automáticamente, resta... Si un magistrado oye en un juicio que alguien asegura
conocer el asunto "desde hace cien años" interpreta sin esfuerzo: "Hace bastante…